domingo, 21 de abril de 2013

Calíope

Calíope me espera en ese restaurante,
tendré que pedirle perdón,
otra vez que llego tarde,
entro aún colocando el cinturón.

"Por aquí, señor"
dice el de la pajarita,
no hace falta seguirle pues su olor
lo reconocí desde la esquina.

Aquí estoy, tan nervioso
como en la primera cita,
me disculpo con una rosa del florero
y ya me gano una sonrisa.

Perdón por estar tanto tiempo
sin escribirte,
ya sabes que quiero que salga perfecto
todo lo que te dedique.

Por cierto, qué guapa estás esta noche
y qué poco te cuesta sorprenderme,
siempre me pillas mirándote el escote
y para mi es imposible esconderme.

Tú miras la carta
y yo llevo tres vasos de vino,
no quiero comer nada
que no esté bajo ese vestido.

No sé usar todos estos cubiertos
y tú dices que no me preocupe,
intento copiar tus movimientos,
todo este lujo me confunde.

Jamás estaré a la altura,
no sé qué me habrá visto,
no tengo cabeza ni fortuna,
ni siquiera soy un musculitos.

Tanta copa atonta todas mis ideas,
tú no eres de este mundo
y a mi no me gusta la Tierra.

Cayemos al silencio
con besos en el cuello,
mi postre será tu cuerpo,
vámonos que ni me encuentro.

Sólo se oyen tus tacones por la calle,
dos sombras se tambalean,
invocas mi lado más salvaje
mientras tus pies se tropiezan.

Ahí está el hotel,
disimula y saluda a la recepcionista,
sé que no es gran cosa
pero sabes que no llevo muchos billetes encima.

Llegamos al ascensor
y pulsé el séptimo cielo,
Amor no entró a la habitación,
más bien se coló Deseo.

Y no recuerdo bien
que fue aquello que pasó después.
Encontré tus bragas en la mesa
al lado de un billete de ida a la luna,
me di la vuelta y sonreí al ver desnuda
a esa mujer vestida de jazz en mi cabeza.

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